Los propósitos no se puedan planear, surgen. Son como revelaciones. Y en un contexto de vida tan variable como el actual, lo importante es crear espacios dónde podamos identificarlos y acometerlos (…)
¿Has pensando ya en tus propósitos para este nuevo año? Pueden ser tan ambiciosos como la casa inteligente que quiere construir Mark Zuckerberg o incluso tan excéntricos como llevar patatas a marte. O tan profundos como tener el propósito de tener propósitos. El caso es que probablemente, pensando de esta forma, estamos perdiendo el tiempo.
Aunque en ciertos casos de resultado, muchos de nosotros nos encontramos con la aparente necesidad de tener que fijarnos propósitos año tras año, viendo como luego terminamos posponiéndolos o, peor aún, nunca consiguiéndolos. Generando frustración. La pregunta inmediata que deriva de todo esto es: ¿Son realmente tan importante los propósitos que nunca logramos? ¿Fueron de alguna forma auto-impuestos? ¿Obedecían realmente a una necesidad?
En uno de los que yo creía mis mejores años profesionales, hace algún tiempo, había cumplido con todos mis objetivos y con todas las expectativas que tenían de mi dónde trabajaba en aquel momento: clientes contentos, proyectos en marcha, presupuestos con superávit y un equipo bien formado y motivado. Aún así, me sentía disparando flechas y acertando en un blanco que no era el mío. Este sentimiento, fue creciendo con el tiempo y me preguntaba noche tras noche cual era mi posición el mundo. ¿Qué sentido tenía lo que hacía? ¿Qué valor añadía? Hasta que una noche, algo sucedió, y decidí darle un giro a mi vida. Aquella noche me di cuenta de que mi propósito siempre fue ayudar a la gente, comprendí que la mejor manera de hacerlo desde el punto de vista profesional era ayudando a las organizaciones a cambiar. Y mi trabajo no tenía mucho que ver con esto, al menos de forma directa. Decidí cambiar y dedicarme a algo que describiera mejor mi propósito.
Todo este proceso no fue algo que planeé el primero de enero. Simplemente surgió.
Los propósitos no se puedan planear, surgen. Son como revelaciones. Y en un contexto de vida tan variable como el actual, lo importante es crear espacios dónde podamos identificarlos y acometerlos.
El mundo nos sigue bombardeando constantemente con la falacia determinista de que nuestras existencias se rigen por una lógica estricta y tranquilizadora. Desde nuestra crianza se nos han inculcado máximas infalibles y verdades absolutas: nuestra teoría clásica enunciaba que el esfuerzo siempre conlleva recompensa en forma de prosperidad. Auguraba apuros al holgazán cuando se le agotara el canto de la cigarra, repudio social al deshonesto, cárcel al delincuente. Así mismo, nos dicen que si fijamos propósitos desde el principio de año, avanzaremos y seremos mejores.
Debemos cuestionar estas verdades deterministas. La realidad siempre se impone. No hay más que abrir los ojos: en nuestro mundo complejo, esforzarse solo es un camino probable para ser prósperos, ser holgazán es solo un camino probable para pasar apuros y, ser deshonestos y delincuentes, es igualmente solo un camino probable para ser repudiados o ir a la cárcel. Nada es predecible. Todo es un juego de probabilidades. De la misma forma, fijarnos propósitos a principio de año es solo un camino probable para avanzar y ser mejores. Hay muchas otras formas de hacerlo. Y no hacerlo es una de ellas.
No fijes propósitos para este 2016. Simplemente presta atención durante todo el año y crea un espacio en dónde puedas acometerlos cuando los identifiques.
Image: (c) 2013 Leandro Neumann Ciuffo, Creative Commons 2.0