Había un sultán muy importante y de mucho dinero que habiendo soñado que se le caían todos los dientes, se encontraba en la búsqueda del porqué de su sueño. Para ello mandó llamar a uno de los sabios de su corte con la finalidad de pedirle urgentemente una interpretación(…)
– ¡Qué desgracia, mi Señor! – exclamó el sabio. – Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra majestad.
– ¡Qué insolencia! – gritó el sultán enfurecido. – ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!
Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos por ser un pájaro de mal agüero. Más tarde, ordenó que le trajesen a otro sabio, y le contó lo que había soñado.Éste, después de escuchar al sultán con atención, le dijo:
– ¡Excelso señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que vuestra merced tendrá una larga vida y sobrevivirá a todos sus parientes.
Se iluminó el semblante del sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. [1]
Reflexión
Desde los inicios de la humanidad, uno de los más grandes desafíos ha sido el aprender a comunicarse. Esta historia tomada de los cuentos de Las Mil y Una Noches, es un claro ejemplo que ilustra la importancia sobre una verdad dicha de dos formas distintas: la primera bajo un enfoque pesimista y la segunda – todo lo contrario – bajo un enfoque optimista.
Muchos de los problemas de nuestra vida cotidiana y laboral, se desprenden de no saber comunicarnos con nuestro alrededor de forma efectiva y sin mermar la sensibilidad humana. A nadie le gusta recibir una queja, una opinión en contra de su trabajo o su forma de pensar; pero si se proponen oportunidades de mejora y se negocia siempre en pro del equipo o del bien común desde una perspectiva optimista, los resultados son radicalmente distintos para bien. Tal como aconseja Richard Branson en [2]: nunca se debe criticar abiertamente a las personas, pero sí aplaudir rápido un trabajo bien hecho. Las personas tienden a prosperar con alabanzas. Esto es clave, y es algo que debemos poner religiosamente en práctica, como individuos que somos: interdependientes y que requerimos trabajar en equipo.
Recuerdo durante uno de mis viajes a la hermosa ciudad de Sevilla en España, haber quedado muy impresionado por ver en una de las principales calles del centro de la ciudad la estatua en memoria del Libertador Simón Bolivar. ¿Qué interés pudiese tener para los ciudadanos una estatua de una persona que libertó y con «L» mayúscula a gran parte de América precisamente de ellos? ¿Por qué razón permitirían tenerla allí? La razón es sencilla. Junto a la estatua rezaba el siguiente texto:
El español nacido en Caracas, libertador de las Américas.
REFERENCIAS
[1] Las Mil y Una Noches, Vols. I, II y III Trad. árabe Dr. J. C. Mardrus; Vers. Español V. Blasco Ibáñez
[2] Branson, Richard.Like a Virgin: Secrets They Won’t Teach You at Business School. (2102)