A menudo, para saber dónde nos encontramos es necesario revisar dónde estuvimos. La tecnología mundial y en especial las tecnologías de la información(TI) han aparecido para cambiar el mundo para siempre. En muchos casos para bien, impulsando una de las mayores eras industriales, bienestar social y conocimiento; pero en otros casos haciendo aparentemente desaparecer preciados valores que hoy día se han perdido.
Tal como sugiere Roger Pressman en [1]: » es común darse cuenta que la invención de una tecnología puede tener efectos profundos e inesperados en otras tecnologías con las que en apariencia no tiene ninguna relación, como en empresas comerciales, en personas y aun en la cultura en su conjunto». Este fenómeno, que lleva por nombre la ley de las consecuencias imprevistas, en su definición menos retórica representa un conjunto de “reacciones” que pueden ser positivas, negativas o meramente neutrales, pero que se encuentran totalmente desligadas de la acción o decisión inicial.
Tomando parte de la reflexión de Pressman en [1] y teniendo en cuenta la Ley de las Consecuencias Imprevistas: así como nadie en la década de 1950 podía haber predicho que el software se convertiría en una tecnología indispensable en los negocios, la ciencia y la ingeniería, y que además sería la fuerza conductora de la revolución de las computadoras personales, que los productos de software se podrían comprar en centros comerciales, y que una compañía de software se volvería muy grande y más influyente que la mayoría de la era industrial; tampoco pudo haber predicho que los objetos físicos comenzarían a perder valor con el paso del tiempo, al menos en comparación con épocas pasadas.
Recientemente estuve visitando a mi familia en Galicia. En una pequeña aldea ubicada en el ayuntamiento de Lousame, bien cerca de Noia, ubicada al sur de La Coruña. La tierra que vio nacer a mi abuelo. Un lugar simplemente precioso, lleno de flora y de fauna, de un verde bastante característico y rodeado en general de un ambiente natural, que aún no se ha dejado tocar por completo por la Tecnología. La vida es muy simple: No hay que pararse a revisar correos electrónicos, ni enviar mensajes de texto, ni mucho menos, escribir algoritmos y diseñar sistemas para ganarse la vida.
Lo particularmente fascinante que se puede encontrar en lugares como estos, es el valor sentimental y propio que le dan los habitantes a los objetos. Cada fotografía, tocadiscos, discos y hasta un pedazo de leña o piedra –que esconde alguna historia entre personas – es admirado y utilizado como recuerdo. Conocen al objeto, lo han manejado o manipulado por años, representa un valor que no se puede estimar en costos monetarios, y además esbozan tras ellos largas historias y cuentos que a los habitantes les agrada compartir.
Indudablemente la tecnología moderna, ha trastocado este tipo de valor en los objetos: Hoy en día la gente tiene millones de fotos subidas en internet, o millones de canciones guardadas en archivos de 2Mb. Tienen celulares y equipos que aún sin terminarlos de conocer y comprender, ya los cambian y modernizan por otros de mayor tecnología. Las fotos permanecen en el perfil, pero con el tiempo fácilmente se pueden ganar la inexistencia, y las canciones en digital, hasta podemos olvidar que alguna vez las descargamos.
¿Es ésta pérdida de valor una consecuencia imprevista positiva o negativa del uso de las tecnologías? ¿Qué historias contaremos a nuestra descendencia?¿Qué pirámides egipcias de nuestra autoria encontrarán de acá en 3000 años?
Quizás, como todo en la vida, se ganan cosas mientras se pierden otras, en un vaivén casi cataclísmico que nos empuja a elegir todos los días. Nos sentamos a esperar sentirnos cómodos, tenemos algo, a cambio de dejar algo, y nunca estamos en paz.
REFERENCIAS
[1] Pressman, R. (2005). Ingeniería del Software: Un Enfoque Práctico (6a ed.). México, Distrito Federal, México: McGraw-Hill.