En las grandes empresas, en ciertos momentos, existen proyectos que tienen lugar en distintas partes del negocio. Algunos de estos proyectos pueden integrarse entre distintos departamentos y algunos son solo exclusivos de un departamento o área en concreto. En esencia los directores de proyectos y los miembros del equipo consideran éstos proyectos como parte del negocio.
En si, estos proyectos tienen impacto en algún lugar estratégico en la compañía, pero muy probablemente no tendrán un impacto sustancial o relevante en la empresa a nivel global bien sea que fracasen o tengan éxito.
Como es de esperar, no se puede aplicar el mismo análisis a una Startup. En este contexto, un proyecto único o conjunto reducido de proyectos obedecen totalmente a los objetivos estratégicos y a los planes estratégicos de acción de la compañía. En esta situación, la organización debe producir resultados concretos para sobrevivir. El éxito o fracaso del proyecto se traduce en el éxito o fracaso del negocio. Por ello, el proyecto es el negocio.
Tuve la oportunidad de trabajar en una empresa grande en la reingeniería de su sistema web. Mediante este sistema, sus usuarios se autenticaban y disfrutaban de los beneficios y el valor de la empresa. El proyecto buscaba generar una nueva imagen además de mejorar funcionalidades y rendimientos. A pesar de que el proyecto entraba dentro de los objetivos estratégicos de la empresa para ese año, el proyecto se retrasó y aunque no gustó a los altos directivos, el negocio siguió funcionando y muy bien. Más tarde cuando trabajé para una pequeña empresa, surgió una situación parecida de retraso, pero esta vez el impacto se hizo notar: estuvimos dos meses sin cobrar la nómina y el negocio estuvo a punto de morir.