Napoleón Bonaparte, Aníbal, Julio Cesar, Nelson Mandela, Simón Bolívar, María Pita, George Washington, Che Guevara, Alejandro Magno, Winston Churchill, Margaret Thatcher, Steve Jobs. Imagina que pudiera salir de un encuentro entre todos ellos a día de hoy en donde se les pidiera su opinión sobre el liderazgo.
A mi me gusta imaginar que saldrían tres grandes verdades: la antigua verdad, una que es todavía más verdad y la nueva verdad.
La antigua verdad es que para conseguir cualquier objetivo es necesario trabajar de forma colaborativa. Cualquier esfuerzo individual jamás podrá llegar tan lejos como un esfuerzo colectivo bien gestionado. Al menos en este punto, estoy seguro, todos estarían de acuerdo.
Todavía más verdad es que para liderar no hace falta necesariamente elegir entre ser dictador o ser anarquista— más de uno en nuestro imaginario encuentro primero se opondrá y, tras una larga reflexión, seguro lo (¿aceptará?)— . Hay muchas más opciones entre ser dictador o ser anarquista y, entre ellas, el empoderamiento colectivo de forma gradual es una posible receta para el éxito.
Todas las verdades anteriores tienen algo en común: se trata de liderazgo de personas sobre personas. La nueva verdad tiene algo distinto.
La nueva verdad no se trata de la jerarquía del poder. Se trata de la jerarquía de las competencias. Quien sabe de algo, que vaya y lo haga. El siglo XXI no demanda liderazgo de personas sobre personas. El siglo XXI demanda liderazgo de personas sobre sistemas. En el siglo XXI —más de uno en el encuentro pensará— el mejor líder siempre se deja liderar.