En estos tiempos de virus, hay uno en particular que lleva años propagándose por todo el tejido empresarial. En este caso para bien. El virus de Agile ha cambiado y sigue cambiando la forma de ver a los negocios y a las organizaciones en el mundo. Y no se espera que tenga vacuna.
En los próximos 60 segundos, mientras estás comenzando a leer este párrafo, se van a consumir en todo el mundo 266 000 horas de Netflix. Se van a enviar 187 millones de correos electrónicos, se gastarán alrededor de 862 000 dólares en compras por internet, se publicarán más de 400 000 tweets y se habrán descargado 375 000 aplicaciones de las plataformas Apple Store y Google Play. Imagina todos estos números multiplicados por 10. Cuando termines de leer este artículo, literalmente, el mundo puede que sea otro.
Estamos en un mundo aceleradamente cambiante. Podríamos comprobarlo viajando por los datos históricos a nivel mundial y viendo que 8 de cada 10 empresas que existían en 1980 han desaparecido. También podríamos verificarlo revisando el promedio histórico de la esperanza de vida de los negocios y viendo como se ha reducido drásticamente en los últimas décadas. Pero no hay mejor ejemplo para comprobar lo aceleradamente cambiante que está el mundo que la actual pandemia del coronavirus, la cual ha generado una crisis socioeconómica que no veíamos desde la última guerra mundial.
Que el mundo esté aceleradamente cambiante representa amenazas importantes para las organizaciones. Pero también oportunidades. Y la forma de hacerle frente a este reto es determinante para el futuro de las empresas. Una estrategia para conseguirlo y que se ha venido trabajando en la última década es mediante la filosofía Agile.
Esta filosofía de trabajo es un conglomerado de prácticas, técnicas, herramientas, diseños de trabajo y formas de pensar que ayuda a las compañías a navegar por la incertidumbre propia del siglo XXI. Sus ideas, recogen conceptos y enfoques surgidos principalmente en la época post-guerra y tiene un carácter fuertemente liberal. Fundada y promovida desde principios del siglo XXI por el sector tecnológico, hoy ya se encuentra en todos los sectores y en todas las partes de la organización. No en vano, en los últimos años, Agile no solo ha estado en la agenda de dirección de cientos de miles de compañías, sino que se estima que se ha invertido más de 130 mil millones de dólares a nivel mundial en todo el cambio cultural que representa. ¡130 mil millones! Esto es el PIB de un país como Ucrania o, podríamos con él, construir, por ejemplo, más de 400 mil estadios de fútbol como el nuevo del Atlético de Madrid. Una cantidad importante de dinero.
En España según un estudio publicado por la Bussines Agility Corporation en 2018, el 70% de las grandes corporaciones españolas utilizan la filosofía Agile. No es de extrañar que a día de hoy se haya incrementado el porcentaje. Incluso en el mundo de la pequeña y mediana empresa. Y es que el retorno de inversión está siendo bueno. Compañías pioneras en España que ya llevan muchas horas de vuelo como el BBVA y Repsol así lo ratifican.
No hay recetas mágicas
No hay, sin embargo, recetas mágicas para utilizar esta filosofía. Cada compañía debe emprender su propio viaje de exploración y descubrimiento. Lo que sí hay son tres pilares que sirven de brújula para navegar el cambio. El primer pilar pasa por una reestructuración gradual de la forma de organizar la compañía. Buscando un balance inteligente entre ejecución y exploración. Esto implica un ejercicio de reflexión concienzuda para re-visitar las líneas de negocio y sus cadenas de valor, para asignar equipos multidisciplinares(personas de varios departamentos y/o especialidades trabajando juntos) a esas cadenas de valor y para activar políticas y procedimientos que descentralicen la toma de decisiones a todos los niveles. En Phillips, por ejemplo, se ha hecho una reestructuración completa en los últimos años y ahora trabajan con redes de equipos que están mucho más cerca del cliente y que les ha reportado una mejora de 4 meses en el time to market.
El segundo pilar tiene que ver con la pasión por el usuario. En el siglo XX las empresas tenían una propuesta de valor que los clientes simplemente compraban. En el siglo XXI los clientes tienen necesidades y son las empresas quienes deben luchar por satisfacerlas y fidelizarlos. Un cambio copernicano en toda regla. Y esto se traduce en estar más cerca que nunca de los clientes y usuarios, co-crear con ellos las soluciones y explorar constantemente cómo mejorarlas. El caso de la compañía Lego es el más emblemático. La marca cuenta con una comunidad propia en la que el consumidor puede dar ideas para nuevos modelos de la firma. El crowdsourcing es parte del proceso: la propia comunidad vota y preselecciona las ideas compartidas. Si una recibe más de 10.000 votos, Lego estudia producirla. Así, la compañía ahorra tiempo y dinero en estudios de mercado, ya que la cocreación le sirve para detectar qué productos pueden ser bien acogidos por los consumidores.
Por último, está el pilar del cambio cultural. Nada de lo dicho anteriormente puede funcionar si no se acompaña de un cambio de mentalidad y de liderazgo. En todas las capas organizativas. En mi libro, El Mejor Líder siempre se deja liderar, reflexiono sobre lo increíble que resulta que mucha gente se sorprenda cuando escucha que más de las tres cuartas partes de las personas en el planeta están desmotivadas y no sienten compromiso alguno por su organización. Y es igual de asombroso que la gente deje dormir en su sofá a un desconocido que le ha pedido alojamiento por internet mientras al mismo tiempo desconfía de sus jefes, de los gobiernos y de las instituciones. Estamos ante una sociedad que directamente desconoce o desestima a los líderes y al liderazgo. Las empresas deben de asumir este hecho y tienen que comenzar a trabajar en un estilo de liderazgo que acompañen los cambios creando un ecosistema en donde el talento esté motivado, energizado y creativo. Y para ello hay que empoderarles: romper todas las barreras del paternalismo corporativo y comenzar a dejarles hacer. Empresas como Toyota lo hacen desde hace años. Estas compañías les permiten a sus equipos, por ejemplo, tomar decisiones autónomas a lo largo de toda la cadena de montaje.
En un mundo aceleradamente cambiante las compañías tienen, ahora más que nunca, que aprender a balancear la ejecución y la exploración, la descentralización y la centralización, la eficacia y la eficiencia. Tienen que aprender a combinar las jerarquías y las redes de equipos. La filosofía Agile mediante la reestructuración organizativa, la pasión por el cliente y el empoderamiento del talento humano es un paso hacia adelante para conseguirlo.
En estos tiempos de virus, hay uno en particular que lleva años propagándose por todo el tejido empresarial. En este caso para bien. El virus de Agile ha cambiado y sigue cambiando la forma de ver a los negocios y a las organizaciones en el mundo. Y no se espera que tenga vacuna.